Las campañas de adquisición de objetos se realizaron en 1952, 1954 y 1956, esta última a las postrimerías de la experiencia colonial española. Se conformaría así una de las colecciones más numerosas y señeras del museo, que tendría continuidad en años posteriores, y que ha sido objeto de exhibiciones parciales en varias ocasiones a lo largo de la historia de la institución. Fue uno de sus emblemas hasta la fundación del MUEC, momento en que la colección quedó parcialmente arrinconada.
August Panyella, director del museo desde su fundación, y su compañero de tribulaciones, el escultor Eudald Serra, encabezaron aquellas expediciones y construyeron un relato que persuadía sus audiencias que tanto los itinerarios elegidos como las piezas adquiridas cumplían un cuidadoso protocolo etnológico. Apoyados en la red de intereses y conocimientos tejida por la administración colonial, los expedicionarios llevaron a cabo rápidas incursiones al bled, en el interior del protectorado, vigilado por un ejército africanista que custodiaba aquellas posesiones como si se trataran, en efecto, de un botín de guerra.
A pesar del indudable atractivo que ofrecían los zocos de Tetuán para llevar a cabo una cómoda política de adquisiciones, casi sin tener que abandonar las habitaciones del Hotel Regina, Panyella y Serra decidieron, especialmente en las expediciones de 1954 y 1956, aventurarse en el interior del Rif. No solo porque contaban con el apoyo de una administración colonial deseosa de demostrar la eficacia de su gobierno sobre las poblaciones árabes y bereberes del norte del Marruecos, sino también porque esta misma administración los impelía a cumplir con las expectativas que los habían llevado al otro lado del estrecho a recoger, en toda su variedad, manifestaciones de cultura material que España protegería celosamente.
Por otro lado, dado que otro de los objetivos del proyecto consistía en la elaboración, por parte de Eudald Serra, de unas “esculturas antropológicas” que permitieran ilustrar las tipologías raciales de los habitantes del protectorado, los expedicionarios iniciaron desde la primera visita, en 1952, un proceso de selección de los modelos -hombres y mujeres- que los llevó a recorrer cuarteles y centros de internamiento. Las fotografías resultantes de aquellas expediciones son un documento útil para rastrear los procedimientos denigrantes a través de los cuales se construían, en formatos diversos, las representaciones de la alteridad en tiempos de la colonia.
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