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Cap antropomòrfic
Institución dipositaria
Museu Etnològic i de Cultures del Món (MuEC)
Nº de inventario institucional
MEB 46-2
Breve descripción institucional
Cabeza antropomórfica
Aviso: Definición otorgada en los inventarios de la propia institución, que no compartimos necesariamente y que en algunos casos puede resultar ofensiva o fruto de prejuicios.
Material/es
Bronce
Aviso: Términos utilizados por las instituciones científicas y académicas para describir los fondos materiales custodiados por los museos de etnología, historia natural o zoología, que pasan por alto otras formas no occidentales de designación y clasificación. No compartimos necesariamente estos términos, que sin embargo utilizamos en una investigación de procedencia como esta.
Medidas
No constan en los inventarios del museo
Método de adquisición
Compra al escultor Eudald Serra
Aviso: Se hace referencia al proceso de adquisición del objeto/espécimen por parte de la institución que actualmente lo custodia, y no a la primera transferencia que sufrió desde su contexto original. Si disponen de informaciones que puedan ser relevantes sobre la procedencia de la pieza/espécimen, por favor, escriban a comunicacio@traficants.org.
Lugar de adquisición
Barcelona
Aviso: Dato extraído de los fondos documentales de la institución, que puede resultar erróneo o mal transcrito. Conservamos la toponimia histórica (a menudo de origen colonial) para dar coherencia a la investigación.
Lugar de producción/origen
Marruecos, con toda probabilidad Chauen
Aviso: Dato extraído de los fondos documentales de la institución, que puede resultar erróneo o mal transcrito. Conservamos la toponimia histórica (a menudo de origen colonial) para dar coherencia a la investigación.
Colector/a
August Panyella Gómez
Aviso: Los nombres personales o institucionales que aparecen, a menudo asociados al orden colonial, pueden resultar ofensivos o fruto de prejuicios. Empleamos estas referencias para dar coherencia a la investigación.
Donante
Eudald Serra i Güell
Aviso: Los nombres personales o institucionales que aparecen, a menudo asociados al orden colonial, pueden resultar ofensivos o fruto de prejuicios. Empleamos estas referencias para dar coherencia a la investigación.
Grupo de adscripcion
Amazigh/imaziguen del Rif Oriental
Aviso: Dato extraído de los fondos documentales de la institución, que puede resultar erróneo o mal transcrito, y que no necesariamente compartimos. Para dar coherencia a la investigación conservamos una terminología (tribu, pueblo, etnia, raza, país, etc.), creada o manipulada durante el período colonial.
Titular de los derechos de propiedad legales
Ajuntament de Barcelona
Aviso: Se hace referencia al/a la depositario/a de los derechos reconocidos por los sistemas jurídico-legales de las antiguas metrópolis coloniales, con independencia de los derechos de propiedad que puedan emanar de las comunidades de origen.

Síntesis de los resultados

Se trata de una de las «esculturas antropológicas» elaboradas por el escultor Eudald Serra en el curso de la tercera expedición que el MEB organizó a la zona norte del Protectorado español sobre Marruecos, en este caso entre el 27 de diciembre de 1955 y el 25 de enero de 1956. La pieza, modelada en bronce, va acompañada de esbozos previos en barro.

Con toda probabilidad, el modelo utilizado para esculpir la cabeza fue Lahadar ben Caddur ben Milud [sic], hijo de Caddur y de Hadduna, miembro de la cabila Ulad Seguer [sic]. En el testimonio aportado por el modelo a August Panyella o al mismo Eudald Serra, decía formar parte de dicha cabila, del poblado de «Haguara», a dos kilómetros de Uxda y, por lo tanto, fuera del territorio bajo administración española. En las mismas notas, Panyella se refería al modelo como «prisionero nacionalista» (MEB_L128_07_02).

En consecuencia, hay que tomar con mucha prudencia las informaciones aportadas por el modelo a sus interlocutores. En la zona de Uxda, de hecho, no encontramos ninguna cabila con un nombre similar al de «Ulad Seguer», ni tampoco ninguna población o aduar próximo a Uxda con un nombre aproximado al de «Haguara». Incluso el nombre mismo aportado a la guardia o policía española debe ser puesto en cuestión. Es lógico pensar que el individuo, prisionero de las fuerzas españolas en Chauen por haber participado en alguna actividad anticolonial y/o independentista, querría proteger su identidad, así como la de su familia, por miedo a recibir cualquier tipo de represalia. El diario de Panyella añade: «En la prisión de Xauen [sic]. Trabajaba en Uxdá, y tiene grandes cicatrices producidas por un tractor» (MEB_L128_07_02).

No obstante, identificamos a la persona gracias a la comparación entre las informaciones aportadas por el diario de August Panyella y las fotografías tomadas durante la expedición de 1956. En una de ellas, con el n.º de inventario 2768, vemos claramente a Eudald Serra modelando la cabeza en barro del individuo identificable en la pieza 46-2. El hombre, vestido con ropas desgastadas, parece custodiado por dos mehzanis del Ejército español, y la presencia de mapas permite identificar la habitación como el despacho del cartógrafo de la Oficina de Intervención de Chauen. Su condición de prisionero sería coherente con el hecho de ser custodiado mientras era utilizado como modelo. Otras tres fotografías de la misma expedición —numeradas en el inventario fotográfico como 2629, 2630 y 2631— también permiten identificar al mismo individuo de cara, de perfil y en contrapicado. En la foto de perfil (2630), de hecho, aparecen al fondo unas montañas que podrían corresponderse con la orografía montañosa de Chauen. El inventario del fondo fotográfico deja pocas dudas al respecto, dado que confirma que las fotografías fueron tomadas en Chauen.

El diario de August Panyella permite señalar con precisión el día en que Serra elaboró el esbozo en barro de Lahadar ben Kaddur ben Milud: el 7 de enero de 1956. En el mismo diario (MEB_L128_07_02), se indica la retribución realizada al modelo: 50 pesetas, y 2,50 pesetas más en tabaco. En la relación «oficial» de gastos que Panyella firmó el 31 de diciembre de 1955 —con toda seguridad elaborada en una fecha posterior, pero adjudicada al año natural de 1955— los honorarios por dos sesiones atribuidos al «modelo Ulad Seguer» ascendían a 75 pesetas (MEB_L128_07_02).

En cuanto a la adquisición definitiva de la copia en bronce, el catálogo de Escultures antropològiques d’Eudald Serra i Güell, editado por el Ayuntamiento de Barcelona y la Fundació Folch (1991: 32), indica que esta se efectuó en 1965, a pesar de que la ficha que corresponde al expediente 46, del que forma parte la pieza, señala que el pago definitivo de nueve mil pesetas a Serra tuvo lugar el 28/12/1970.

Reconstrucción cronológica de la procedencia

El primer esbozo fue elaborado en Marruecos mismo, el 7 de enero de 1956, y posteriormente expedido a Tetuán. Allí, el Sr. Alejandro Tomillo, que trabajaba para la Inspección de Excavaciones de Marruecos y, por lo tanto, estaba estrechamente vinculado con el personal del Museo Arqueológico, recibió el encargo de vaciar y preparar las cabezas de barro para su expedición hacia el puerto de Barcelona, según consta en la factura emitida por el Sr. Tomillo al MEB con fecha de 24 de enero de 1956, un día antes de la salida de los expedicionarios, tarea por la cual cobró quinientas pesetas.

El esbozo fue expedido en la caja número 5. No sabemos con precisión la fecha de llegada del flete a Barcelona, ni tampoco en qué momento el escultor Serra convirtió el esbozo en su copia definitiva en bronce, pero tuvo que suceder durante los meses inmediatamente posteriores al regreso de los expedicionarios a Barcelona, porque el Sr. Serra envió una factura al MEB, con fecha del 12 de abril de 1956, en concepto de honorarios por la confección de seis esculturas en bronce a cuenta del museo. Los honorarios totales sumaban veinticuatro mil pesetas, lo que implica que el escultor cobró, por cada una de las cabezas, cuatro mil pesetas.

Contexto de adquisición

«La joya de la corona de las actividades científicas a las que contribuían las campañas de Marruecos eran las “esculturas antropológicas” que modelaba Eudald Serra, compañero infatigable de Panyella, entre otras, en las expediciones al protectorado. Serra, un personaje cosmopolita con una larga experiencia personal en Japón y otros países asiáticos, aportaba a la expedición —al margen de otros intangibles— la excelencia de su técnica escultórica, capaz de llevar a cabo representaciones extremadamente fieles de la fisonomía humana. En un contexto en el que la captación fidedigna de los rasgos fenotípicos se consideraba de enorme utilidad para la determinación de las identidades raciales y para la configuración de una retórica frenológica, los bustos elaborados por Serra añadían un incuestionable interés artístico que hacía de ellos piezas destacadas de cualquier expedición. Panyella estaba convencido de ello, y les reservaba siempre un lugar de honor en el Palau de la Virreina, cuando mostraba a la ciudadanía una selección de las piezas adquiridas en cada nueva expedición. A juzgar por el impacto que causaron las esculturas en el entonces alcalde de Barcelona, Antonio Simarro (él mismo un veterano de Marruecos que poseía la orden de la Mehdauia, condecoración que distinguía a quienes se habían comprometido de un modo u otro con los asuntos del protectorado), impresionado hasta el punto de renovar el apoyo a la “labor escultórica del museo” y aumentar los presupuestos para la adquisición de nuevas colecciones, la atención prestada a las esculturas de Serra estaba justificada.

»Serra, que a menudo poseía una agenda propia en el marco de las expediciones —en la primera expedición, de 1952, se desplazó por ejemplo a Tánger, mientras Panyella se quedaba en Tetuán, encargado del embalaje de los bultos y demás preparativos para su retorno—, fue aumentando sus actividades escultóricas a medida que se sucedían las expediciones, en consonancia con el reconocimiento creciente que adquiría su trabajo. Así, mientras en la primera expedición solo realizó dos bustos, el número aumentó a cinco en 1954 y, finalmente, a siete nuevas esculturas en 1956. En total, y más allá de las pruebas fallidas y de los encargos destinados a otras instituciones, Serra produjo catorce “esculturas antropológicas” sobre Marruecos durante los años del protectorado. El procedimiento era lento, caro —Serra era convenientemente retribuido por cada una de ellas— y extremadamente laborioso, porque el escultor era muy exigente en su búsqueda de: “… individus ben representatius, sense mestissatges amb altres pobles”, un deseo de pureza que, al menos en el protectorado, y como veremos seguidamente, se vio complicado por la dificultad para obtener el consentimiento de los/as modelos.

En cualquier caso, las referencias al conjunto de iniciativas necesarias para la elaboración de esas esculturas ocupan numerosas páginas y fotografías en el archivo que actualmente aloja el MuEC, por lo que resulta relativamente fácil documentar las circunstancias en que aquellas se llevaron a cabo. En la memoria correspondiente a la tercera y última expedición al protectorado, en 1956, Panyella se detenía a describir alguna de esas circunstancias, poniendo cuidado en subrayar la respuesta que había dado a los eventuales problemas éticos que pudiera suscitar semejante actividad:

“La labor del escultor antropólogo de la expedición, Sr. Serra Güell, ha sido de siete cabezas de hombres y mujeres de características raciales muy acusadas. Todos los modelos han sido escogidos por nosotros entre grupos numerosos, labor facilitada por las autoridades españolas, que pusieron a nuestra disposición formaciones de marroquíes de las fuerzas armadas y la policía y de las prisiones, lugares donde es más fácil vencer la resistencia de los musulmanes a dejar reproducir su efigie en escultura, salvando la prohibición coránica que, para evitar la idolatría, prohíbe la escultura. Debemos hacer constar que en ningún caso se ha forzado el consentimiento del interesado y que a todos los modelos se les ha gratificado […]. El capítulo de las mujeres, más difícil aún, se ha salvado buscando los modelos en la cárcel, el reformatorio y las casas públicas, lo que ha permitido obtener tres esculturas seleccionadas a las que se ha dedicado mucha atención y paciente labor, comprobando uno a uno los rasgos faciales, tanto los óseos como los de las partes blandas, así como las disimetrías y pequeñas deformidades personales normales, con lo que se ha obtenido una extraordinaria fidelidad antropológica y fisiognómica, aunada a un suave soplo artístico que les da vida”.

»Merece la pena detenerse en este fragmento. Como en una ocasión señaló con lucidez Achille Mbembe, uno de los rasgos de la violencia colonial era su miniaturización, su tendencia a emerger, hasta hacerse detectable, en los detalles más pequeños, en las situaciones más concretas e incluso banales. La naturalidad con la que Panyella describía el ejercicio de esa violencia, en aras de la ciencia y el arte, es significativa, pues resaltaba en distintos planos encadenados la intensa compresión a la que se veían sometidas las sociedades colonizadas. Es cierto que la necesidad que Panyella manifestaba de subrayar el consentimiento sincero de los/as modelos denotaba precisamente que él mismo albergaba algunas dudas sobre la honestidad del proyecto. He ahí un ejemplo, si se quiere, que demuestra que el proceso mismo no se había naturalizado por completo, que existían fisuras que Panyella sólo acertaba a rellenar con una mención explícita a las gratificaciones de que eran objeto los/as modelos. En efecto, en la documentación conservada de las expediciones se acreditan una y otra vez esos pagos, las remuneraciones que recibían los/as modelos, y no parece que ninguno/a de ellos/as quedase al margen de las retribuciones. Ahora bien, que esa remuneración, por justa y cabal que pareciese en el marco salarial del protectorado, constituyese una garantía por sí misma del pleno consentimiento de los/as seleccionados/as, eso es harina de otro costal […].

»Por lo que hace a los modelos masculinos, las cosas no eran muy diferentes. A pesar de algunas tentativas de contar con modelos improvisados, contactados en una obra o en las propias calles de Tetuán, todos los modelos cuyos bustos a la postre esculpió Serra procedían de soldados afiliados a las distintas unidades indígenas del Ejército español o bien de las cárceles del protectorado. De manera tangencial, Panyella dejaba caer en sus diarios alguna indicación sobre los modelos elegidos que permite identificar las unidades de pertenencia (los Tabores de Regulares, la Mehaznia, la Mehalla jalifiana…) o incluso las razones que los habían abocado a prisión: una pelea con otro recluta, un “prisionero nacionalista”, la condición de “fumador de kif”, etc. Con errores y de manera incompleta, consignaba la adscripción tribal y la fracción correspondiente, en consonancia con los criterios clasificatorios que empleaba la administración del protectorado, y poco más. A través de los escuetos diarios de Serra, en cambio, advertimos que las reticencias a colaborar en el posado iban más allá del simple rechazo personal. Con ocasión de la visita a la prisión de Nador el 13 de enero de 1956, Serra recogía un comentario revelador:

“Visita a la prisión, entre las mujeres no encontramos nadie que sirva. Hay varias que conocemos del año pasado, se muestran muy contentas de vernos. Entre los hombres hay dos que seleccionamos. Parece que ha corrido la voz entre ellos de no prestarse a servir de modelo. Finalmente, y gracias a la intervención del Director, uno de ellos accede a posar” (Serra, Cuadernos de viaje, 1947-1991).

»El recurso a los centros de internamiento abiertos o mantenidos por la administración del protectorado, el uso sistemático y desacomplejado de las instituciones totales que tenían a su alcance para garantizarse la colaboración de los/as modelos que cumpliesen sus expectativas, permite sembrar dudas sobre esa lógica del pleno consentimiento de la que presumían los expedicionarios del MEC. La simple retribución de los/as modelos no da cuenta de las amenazas más o menos veladas que aquellos podían recibir, de las mil y una formas de presión que la institución podía ejercer sobre ellos/as. Si los propios expedicionarios fueron capaces de constatar la existencia de formas organizadas de resistencia a su trabajo, cabe pensar que se produjeron otras que les pudieron haber pasado desapercibidas. En un marco colonial que castigaba tan severamente toda forma de desobediencia —ya fuese voluntaria o no—, y en el que las mujeres racializadas sufrían especialmente el fervor punitivo del protectorado, beneficiarse de la reclusión forzada para llevar a cabo un proyecto con visos científicos era, inevitablemente, una forma de legitimar ese aparato represivo, presentando además la actividad científica como un procedimiento abstracto e independiente de las condiciones necesarias para su realización. Una forma de ceguera irreflexiva en el mejor de los casos, un gesto cínico y egoísta en el peor.

»No se trata únicamente de que los/as modelos se presentasen —por bien que sabemos que no fue así— como figurantes pasivos, desprovistos de toda agencia. Apenas se percibe, en la documentación que resta de las dos primeras expediciones, la voluntad de registrar correctamente sus nombres, de insuflar algo de profundidad a esos bustos inertes. Es solo con ocasión de la tercera expedición, en 1956, cuando los/as modelos se identifican con mayor precisión. Como ya se ha señalado, y al margen de los rasgos fenotípicos que justificaron su elección, el registro informal llevado a cabo por los expedicionarios apenas aportaba otros datos complementarios que pudieran ayudarnos a conocerlos, saber quiénes eran, a interesarnos por sus preocupaciones, entender qué les había llevado al lugar en el que se tropezaron con ellos. Tal vez toda esa información no resultase relevante para un escultor, pero resulta más difícil de justificar en un proyecto de antropología. Es cierto que actuar como si la barbarie del dominio colonial no afectase a las condiciones de la investigación no era, en aquel momento, una actitud en absoluto excepcional, pero que fuese un mal de muchos no comporta tampoco ninguna credencial de pertinencia científica ni vuelve incuestionables los principios éticos y políticos que inspiraron el proyecto.

»Es obvio que formar una colección en un contexto colonial como el protectorado ofreció ventajas objetivas a los expedicionarios: un entorno securitizado, la colaboración de un aparato administrativo empeñado en mostrar las bondades de su acción cultural y el tiempo y logística necesarios para acometer esa tarea de modo sistemático. También lo es que la población del territorio se hallaba sometida a un dominio colonial gestionado en su mayor parte por militares, y que, en esas condiciones, es lógico pensar que su colaboración en las iniciativas culturales auspiciadas por la administración estuviese asimismo cargada de discursos ocultos y de tácticas de evasión y resistencia» (vegeu López Bargados, A. i Martín López, S. [2022]. Entre zocos e internados. Itinerarios y procedimientos en las expediciones del Museo Etnológico y Colonial de Barcelona al Protectorado español sobre Marruecos [1952-1956]. Ajuntament de Barcelona).

Estimación de la procedencia

Chauen, Marruecos, 1956

Posibles clasificaciones alternativas

No se perciben clasificaciones alternativas.

Fuentes complementarias

Archivos:

Arxiu del Museu Etnològic de Barcelona
Arxiu Panyella-Amil, caixa A7 expedient 5
L128 05 02
L128 05 04
L128 06 07
L128 07 01
L128 07 02
L128 07 06

Fundació Folch de Barcelona
Eudald Serra. Cuadernos de viaje, 1947-1991

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